Zidane es una atmósfera

Conozco a humanos que dejaron de ir al Santiago Bernabéu cuando Zidane colgó las botas. Humanos sabios que saben que lo mejor del fútbol es la poesía silenciosa del leve sol rozando la mejor de las briznas que dan en ser, sin atropellarse, el césped más glorioso de todos los tiempos ajenos al pasado en que bailamos como si Michael Jackson le metiera un gol de penalti, mirando hacia atrás sin ira, al sofisticado apagón que fue Sepp Maier.

Zidane acabó dos veces y ha resucitado dos veces, una como salvador y otra como salvadora, una como hijo de un dios y otra como la madre de todos los partidos. Hay quien dice que no tiene ni idea de fútbol, quiero decir que hay gente que opina que no sabe organizar a un equipo de fútbol para ser capaz de ganar un partido, que carece de los conocimientos tácticos y la flexibilidad de un gran profesional. Seguro que quienes mantienen tales cosas tienen razón, pero se les olvida algo que hemos aprendido de Manuel Jabois:

“Zidane es una atmósfera, un lugar tranquilo en el que coger aire, lo más parecido a la felicidad que ha conocido el madridismo en los últimos tiempos”.

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