Sicario: para la muerte siempre hay tiempo
Sicario
son, de momento, dos películas que pertenecen al género de… Eso da igual, son
dos películas extremadamente violentas cuyo discurso narrativo está atravesado
constantemente por el uso de la capacidad de destrucción y quiere bailar con la
contumacia del cine violento sobre
la idea de la necesidad del poder y el vértigo de su lucha entre defender la
bondad usando la muerte y protegerse de la maldad con la justicia.
Pero finalmente no dejan de ser unas películas donde el único
resquicio que le queda al espectador es dejarse
llevar por el vendaval de violencia que las envuelve, las contiene y que no
dejan de ser, en definitiva.
¿Merece la pena ver semejante cine? ¿Cuándo se le consiente al
arte dejar de reproducir o recrear o
inventar la belleza para ser sencillamente un retrato acelerado de lo que
asesina la belleza con las armas de la razón, de la razón de Estado en este
caso?
La primera de esta saga estadounidense se titulaba, sin más, Sicario, y es de 2015, su director fue Denis Villeneuve y el guionista Taylor
Sheridan. Ambas están protagonizadas por Benicio
Del Toro y Josh Brolin (magníficos en sus papeles siniestros pero con
ínfulas heroicas), y la primera de ellas contó entre otros intérpretes con la intervención
de la actriz Emily Blunt.
La segunda película se titula Sicario: El día del soldado,
es de 2018 y su director es Stefano
Sollima, que filma un guion de Taylor Sheridan, y entre sus actores
destacan, junto a los dos protagonistas de la saga, Matthew Modine, Catherine
Keener y una extraordinaria Isabela
Moner.
Yo no vi la épica
que me da la impresión de que estos dos Sicario’s
creen llevar dentro.
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