Los cantos elementales: literatura para elegidos

¿Cuánta miserabilidad cabe en el poema de un loco cavernario si escribiera una poesía de pedernal ensangrentado, cuánta en una novela de algún novelista que pareciera un mero producto editorial pero que fuese adorado como un dios de las letras para el fin del mundo?

Yo te respondo. No cabe una brizna más porque, de los cielos trastornados, escritores así de bien plantados en el almita de los perfectos dueños de la Literatura, han bajado a esta tierra de cantos elementales cuanto había en aquellas alturas de debacle. Han vaciado la gloria de gloria. Aunque el novelista que imagino y existe, claro que existe, aún tiene cuerda para un rato lo suficientemente efímero como para que la agonía de los humanos pueda ser vertida sorbo a sorbo en las cabezas vivas y muertas de todos los lectores que prefieren la inquietud a la belleza.

No tenemos remedio, un pequeño dios enfermo ya tan muerto nos lo gritaba: petulantes e infelices sin sonrisas que necesitáis vuestras vestiduras, no como los peces; desde mi locura puedo ser más feliz que vosotros; y lo soy, aunque menos que los pescadores desde sus desgarbados dientes. Garabateado todo con formas de poesíapoesíapoesía y mucha poesía.

Me rindo.




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